Sunday, October 13, 2013

Diario de un físico experimental

2 de Abril, 2045
Hoy comencé el día tomando un café en el lugar que está justo frente a mi departamento. Dudé sobre si ponerme una cucharada de azúcar o no, a veces las cosas amargas tienen un mejor sabor. Después salí con rumbo al laboratorio. Las calles en Suiza son tan correctas que me basta caminar en línea recta y éstas se acomodan para situarme en la entrada de mi despacho.
Miro mi celular y veo que tengo tiempo de sobra, maquino rápidamente, ¿qué hacer? ¿será que encontré el tiempo que se le perdió a Proust? Y rápido me doy cuenta de que son tonterías las que pienso. 
Comencé la jornada de manera algo lenta, quizás sí debí haber puesto azúcar al café, tendría más energía sacrificando la amargura. Suena un poco irónico pero así es.
Después de eso estuve un rato platicando con mis colegas: hadrones, fermiones, diagramas de Feynman, lo de siempre, o como dicen ahora, "lo casual". 
Después de algunos debates me fui a comer y mientras el cereal se ponía aguado de tanta leche me pregunté si lo casual de mi día tendría alguna relación con la casualidad. Tienen significados muy distintos. 
Escuché que estábamos haciendo experimentos peligrosos, algo así como lo que pasa en la ciencia ficción, los científicos descubren algo y de pronto el mundo se acaba.
Para entonces fue que mejor vine a escribir aquí, en mi cubículo silencioso. Si el mundo se acaba no quiero ser el culpable, el que apriete ese botón rojo. 
En fin, creo que los experimentos están en curso ahora, mientras escribo este diario. Sonó una explosión y ahora mucho escándalo, quiero que conste en este registro que nos equivocamos. Tal vez sí se acabará...

[Lo demás está en blanco.]

-Taller con Felipe Montes en la FILMTY 2013-
13/10/13

Wednesday, October 9, 2013

Mientras escuchaba Solstis: [Pérdida Total] 25:54

Él la amaba, era más que una simple musa para él… no podía ser que estuviera terminando todo tan humana y tan sarcásticamente, así, frustrado entre días grises y alcobas mugrientas, fue recordando con gran solemnidad día a día todos los momentos inevitables pero memorables de su relación. Fumaba pero sabía que sólo comenzó a fumar porque ella a veces lo hacía. Miró a las estrellas y las estrellas danzaban como si intentasen animarlo, pero su mente seguía viviendo en un reino donde la moneda es la nostalgia y las lágrimas son el pan de cada día. Claro que él no lloraba y por eso murió de hambre, de rencor y de recuerdo.